
POR LEONEL FERNANDEZ.- La alta dirección del Partido Revolucionario Moderno (PRM) había convocado para el domingo 17 de agosto un gran encuentro a efectuarse en el Polideportivo Nuevo Domingo Savio, para celebrar lo que consideraba como los principales logros de sus cinco años de gobierno.
Ese encuentro, sin embargo, tuvo que suspenderse. Se había anunciado, a través de los servicios meteorológicos, que la naturaleza le estaba preparando al PRM una mala jugada. Presuntamente, habría vientos huracanados por todo el país debido al paso de la tormenta Erin.
No ocurrió como se había pronosticado. Ese domingo, por el contrario, el sol salió con típico esplendor tropical, la temperatura resultó agradable y los vientos trajeron brisas frescas, a pesar de que aún estábamos en la canícula del verano.
Los desvaríos meteorológicos no fueron de gran aliento para el partido de gobierno. Pero rápidamente se recompuso y fijó una nueva fecha para, definitivamente, celebrar con gran fanfarria su lustro de realizaciones.
Esta vez sería para el viernes siguiente, 22 de agosto, en el mismo lugar previsto. Empero, algo extraño sucedió. Sin que hubiese pronósticos de nuevos huracanes, la alta dirección del partido oficial suspendió otra vez el tan anunciado acto.
En esta ocasión, en lugar de un acto para celebrar, se anunciaba un encuentro en Jarabacoa, La Vega, para reflexionar. Desde Palacio se rectificó, indicando que la prioridad debía ser enfocarse en resolver los problemas de la ciudadanía. Sería con toda su alta dirección y con estrategas de prestigio internacional.
Pero, en lugar de concentrarse en resolver las grandes calamidades nacionales, el PRM organizó un taller estratégico para debatir sobre su presente y futuro; definir una hoja de ruta política de cara a las elecciones de 2028; y preparar la celebración de convenciones internas el año próximo.
Gobierno en picada
A decir verdad, la razón por la cual el PRM suspendió por segunda ocasión la celebración de sus cinco años al frente de la cosa pública fue muy simple: el gobierno, de manera abrupta, cayó en picada debido a la crisis gerencial surgida en el suministro de varios servicios públicos.
Durante los días que precedieron al segundo intento de celebración, todos los males nacionales acumulados convergieron, haciendo imposible festejar cuando la sociedad se encontraba enfurecida por la ineficiencia gubernamental.
La crisis eléctrica, que ya venía afectando desde hacía un tiempo a las diversas regiones del país, se intensificó, azotando barrios, zonas residenciales y comerciales con apagones de hasta 10 y 12 horas diarias.
En medio de la oscuridad y el calor, las facturas, sin justificación alguna, fueron aumentadas, generando gran indignación. Como resultado, se desataron protestas, se quemaron gomas y la inconformidad popular ardía en llamas.
El colmo llegó al extremo de que hasta el propio Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA) quedó sometido a un largo apagón, dejándolo en sombras, una vergüenza que afectaba la imagen de un país que depende del desarrollo turístico.
La falta de agua potable irritó a muchas comunidades. El alza de precios en productos básicos como el pollo, los huevos, la carne de cerdo, la carne de res, el agua embotellada, el aceite y hasta la cerveza desbordó la paciencia de muchos ciudadanos.
No hay suficiente circulante en la economía. El poder adquisitivo ha disminuido y, como consecuencia, las compras han bajado, dejando al comercio en una situación de tanta fragilidad que podría conducirlo a la quiebra.
Prevalece gran preocupación y hasta ansiedad en diversos sectores por la inestabilidad de la tasa de cambio, que ha experimentado en tres ocasiones recientes alzas que han llevado el dólar estadounidense a cotizarse por encima de 63 pesos.
El Banco Central afirma que, en la actualidad, hay mayor cantidad de reservas en dólares que en cualquier época anterior. Pero sus políticas cambiarias y monetarias solo han obtenido resultados limitados e inconsistentes.
La Ciudad Sanitaria Luis E. Aybar sigue inconclusa. Los hospitales de San Cristóbal y la provincia Duarte, por igual; y el Antonio Musa, en San Pedro de Macorís; el Teófilo Hernández, en El Seibo; y el San Vicente de Paúl, en San Francisco de Macorís, permanecen incompletos.
Poco que aplaudir
La verdad es que el PRM no pudo festejar sus primeros cinco años de gobierno porque tiene poco que aplaudir. Durante los primeros ocho meses de este año, 2025, el crecimiento económico solo ha sido de 2.3%. El mes pasado, en agosto, fue nada más que de 1.5%.
Para la mayoría de la población, el país se encuentra actualmente estancado. Hay una caída de la demanda interna y de la inversión, debido a las bajas expectativas de los agentes económicos.
La actual gestión de gobierno ha quebrado a los productores agropecuarios del país, especialmente a los pequeños y medianos. La imagen de país productor cambió por la de importador de alimentos exentos del pago de aranceles.
El sector de la construcción, que tradicionalmente genera empleos para la clase trabajadora, se encuentra en números rojos: -2.3% en el primer semestre de este año; y más del 82% de las viviendas actualmente en construcción están paralizadas.
La deuda pública bajo el gobierno del PRM ha crecido de manera alarmante. Desde 2020 a la actualidad, la ha incrementado en 16,332 millones de dólares. Eso equivale a un aumento del 36% en cinco años, algo sin precedentes en la historia financiera de la República Dominicana.
El número de enfermedades prevenibles resulta escalofriante. La difteria aumentó 24%; el tétanos, 20%; y la tosferina se disparó 356% en 2023. Mientras tanto, el Seguro Nacional de Salud (SENASA), debido a su pésima gestión, incurrió en serias deficiencias en la prestación de servicios, retrasos en autorizaciones, morosidad en pagos y riesgo de quiebra para prestadores privados.
En medio de la tormenta económica y social que, luego de cinco años de gestión del PRM, sacude a la sociedad dominicana, hasta la naturaleza fue sabia al advertirle al partido oficial que no celebrara sus presuntos logros.
Al fin y al cabo, no hay mucho que aplaudir y poco que festejar.